miércoles, 6 de septiembre de 2023

Memorándum

 

«Supongo que serás consciente de que este libro, con ese título tan hermosamente deslumbrante como significativo está ya hermanado con obras como las llevadas a cabo, por ejemplo, por Gary Snyder o Henry David Thoreau, o Paloma Palao con su Hostus conclusus.»





domingo, 14 de mayo de 2023

LA PALABRA SEMILLA

 

La palabra como semilla es fruto del trabajo del jardinero. ¿Qué otra cosa podría ocurrirle a alguien enamorado de las plantas, como Gsús, si no el querer florecer con verbos y adjetivos? Expresar la emoción que transmite un color puede ser el atisbo de la primera raíz en un folio, mientras se admira una corola con las manos cubiertas de tierra. Entonces, habrá que regarla con cariño, para que continúe formando un tallo que sustente muchas hojas. Una gota de sudor puede resultar perfecta para tal fin, y el papel la recogerá con agrado, recordando aquellos tiempos en los que esa celulosa formaba parte de un árbol.

El mundo florece para ser escrito me lleva a los trabajos del cuidado en un jardín, a la sorpresa continua que es un parque, por yermo que se encuentre. La mirada del jardinero hará que encontremos un vergel, incluso entre los rastrojos secos, que son memoria de un paraíso perdido.
Para leer este libro hay que sentir la tierra entre las uñas, el dulce escozor del arañazo de una espina, la fragancia de la celinda, el canto del gorrión. De la mano de Gsús conseguiremos todas esas sensaciones, rodeados de plantas y de sus flores. Si hay que creer en un Edén, puede que sea un jardinero el que mejor conozca el secreto de dónde encontrarlo.
Aunque puede que no tengamos que mirarlo desde este lado amable, y admirar al jardinero como un ecosicario capaz de arrebatarnos el asfalto con sus bombas de semillas, con su azada que destruye el páramo urbano establecido y su pavimento, con su agua que limpia el polvo de los neumáticos que tanto ha costado depositar sobre nuestras polucionadas conciencias. También Gsús nos guiará por la senda de ese activismo jardinero.
¿Y qué decir de los recuerdos, de nuestra propia existencia? En las líneas trazadas por este jardinero poeta, sus recuerdos nos llevan a los nuestros propios, de la mano de flores de corregüela.
Sea como fuere, sentimientos o sensaciones, las plantas tienen las respuestas. Y, a falta de ellas, las palabras. ¡Seguid leyendo, seguid germinando, seguid floreciendo!

Madrid, de cara al otoño de 2021
Eduardo Barba Gómez

Jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. 

sábado, 14 de enero de 2023

GOMOSIS

 

La agresividad, con independencia de su intensidad, suele manifestarse en los individuos de manera puntual, generalmente frente a situaciones concretas. 

A veces, nuestra reacción frente a una acción definida es proporcionada, en otras ocasiones no. En ocasiones la réplica es tan exagerada, que queda para la duda y el interrogante la certeza de no saber muy bien quién es la víctima o quién el agresor. 

Cuando una planta o un árbol, como es el caso, se siente amenazado o, incluso, está experimentado sobre sí mismo un daño determinado, como podría ser la escasez de agua, la falta de nutrientes, una herida o mutilación en cualquier parte de su estructura o, por qué no, el aprovechado ataque de un insecto, hongo, o bacteria, siempre tiene preparada una respuesta, proporcionada, a conveniencia, consecuente con la circunstancia que está percibiendo. 

Este prunus en peligro de muerte, debilitado de antemano, en riesgo vital evidente, lucha con la determinación de los que nada tienen que perder y emplea todos sus recursos vitales, químicos y mecánicos, los pocos que le queden, en repeler a su beligerante agresor, posiblemente larvas de algún perforador oportunista, las cuales no sólo están siendo expulsadas sin contemplaciones de los orificios nido del tronco, sino que además reciben, implacable, la violencia química de una sustancia pegajosa, que al endurecerse con el aire hace que la larva quede irremediablemente atrapada en ella, dejando una estampa verdaderamente fascinante. 

[Gsús Bonilla. Agosto. 2019. Apuntes y cosas de lo verde]

martes, 10 de enero de 2023

ARBORETUM, BREVE ANTOLOGÍA DE ÁRBOLES CAÍDOS


Conocemos como 'arboretum' a la plantación de árboles destinada solo al estudio. Sin embargo, como una contradicción en sí, este libro recoge el testimonio de 34 ejemplares de distintas especies arbóreas, elegidas al azar, ya sin vida, que han dejado existir en el arboreto de los vivos para conformar una suerte de cemeterum vegetal: el del árbol caído que, como el soldado muerto por una causa en la batalla, sale en defensa de la propia naturaleza, la suya y la ajena, que ha dejado de existir por causas múltiples, pero todas ellas conocidas.


Como consecuencia del crecimiento de la población y el progreso de sus condiciones de vida, tenemos como resultado una prematura degradación de los recursos naturales. La erosión del suelo, la contaminación por la acción del hombre, ha propiciado en unos pocos años una pérdida de diversidad biológica como nunca antes. Talas indiscriminadas, incendios provocados, el uso de agrotóxicos, la sobreexplotación arbórea para fines indeterminados, reforestaciones feroces en el medio rural, plantaciones y mantenimientos inapropiados en las ciudades. Hechos constatados e intervenciones humanas que podríamos enumerar hasta saciar los inventarios.

La naturaleza, dirían estos árboles, no necesita hoy de otra cantata y mucho menos lirismo, quizá lo que precise, y de manera urgente, sea el testimonio de lo que fue, antes de que llegue el residuo del olvido. Y, sobretodo lo demás, lo que ahora mismo necesita es que se la deje en paz. Sirva entonces el poeta solo como emisario y recadero, porque para protagonistas ya lo fueron las diferentes voces de los árboles.
Únicamente sirva la poesía en este libro como evidencia del aquí expresada desde el allá.

Gsús Bonilla.
Arboretum, breve antología de árboles caídos (I Premio Internacional de Ecopoesía Valle del Jerte. DIc. 2022)

Publicación: Año 2023,
Ediciones Liliputienses

miércoles, 4 de enero de 2023

6 poemas de ARBORETUM -BREVE ANTOLOGÍA DE ÁRBOLES CAÍDOS-, de Gsús Bonilla, I Premio Internacional de Ecopoesía Valle del Jerte.


 ELAEAGNUS ANGUSTIFOLIA

Acaso ya tengáis la llave
que abren las cancelas
porque el viento no atraviesa los barrotes
y en esta nueva jaula hace menos frío

Receláis del olor a tibio de la gracia
del polen dulce untado en pan

Dudáis de los pálpitos
como la arboleda urbana duda
anclada a los alcorques
esperando su limosna, la meada
y la embestida de los coches

No asumís los paraísos que intentan florecer
que desean prosperar a pesar de la ciudad

ovillados antes que doblados, retorcidos
igual que yo


QUERCUS SUBER

Ciertamente, algo de mí se ahogaba
cuando los superpetroleros se hundían
vertiendo toda esa entraña líquida al océano

esa mixtura de memoria primitiva
igual que la herencia
que aún llevamos impregnada al floema
y donde cabe un mundo entero

Sospecho haber sido un corcho
sin poder salir a flote

el tapón de una botella con mensaje
queriendo emerger sobre la orilla
anunciando próximo al naufragio
un anochecer tan claro
como una mácula de grasa

QUERCUS ILEX

Hubo amantes poco razonables en sus delirios
románticos de cartucho de escopeta
rindiendo culto al cuello de los galgos

Su amor al extremo de las cuerdas
se anudaba a una de mis ramas
como una desgraciada ceremonia
que anclada queda a la memoria

Recuerdo de los ojos animales
que agonizaban en la dehesa
la meseánica esperanza del ladrido
y una brisa que ensanchaba el abandono

Cigüeñas, moscas, yo misma como encina
suplicamos la llegada prematura de aquel día
en el que tanto indeseable fuese devorado
por la boca constrictora
de su propia mala sombra, pero

ese día no llegaba
y la impunidad en los romances
seguían matando perros

TILIA x EUROPAEA

Volveréis a la fragancia de los tilos
a las sendas lineales de los parques

Volveréis suficientemente avergonzados
curvilíneos, tiernos, melancólicos

Volveréis con las luces apagadas
con el dragón cretino vencido entre los brazos

Volveréis a nuestro aroma a libro, volveréis

porque siempre hemos estado ahí, temerosos

esperando la llegada de los bárbaros


CEIBA SPECIOSA

En la guerra del Chaco, en el 35
las ceibas fuimos utilizadas
como búnkeres vivos

Motosierras primitivas, hachas
o cualquier otra herramienta cortante
era oportuna para vaciarnos por dentro

Nos ahuecaban el tronco en vida
y con las entrañas abiertas
quedábamos desnudas
despojadas así de toda naturaleza

avergonzadas
de nuestra propia identidad arbórea

De manera que, cuando digas
que un árbol no tiene corazón
o, si lo tuviera, sigues incidiendo
en su dureza vegetal
como si fuese una figura inerte, recuerda:

que yo tuve en mi interior
un soldado armado
con una ametralladora entre las manos
apuntando a su enemigo


CHAMAECYPARIS NOOTKATENSIS

En la primera quincena de agosto de 2020
mientras la maderera Teal Jones
aceitaba las motosierras
un grupo de activistas dijo «basta»
en la acción de desobediencia civil
más larga en la historia de Canadá

Y te preguntarás ¿dónde está aquí el poema
dónde la poesía…
el misterio de la muerte?

Y quizá no te falte razón. Pero
al igual que en las laderas monumentales
de Fairy Creek
donde crecemos los falsos cipreses de Nutca
hace falta saber: el día de la ceremonía
el que hará de enterrador
y, sobretodo, quién te va a revelar

lo que era un bosque



sábado, 5 de febrero de 2022

Jardín Botánico, de Federico Gallego Ripoll

 I

El jardín, público o privado, es una entidad emocional única, con connotaciones propias, donde se manifiestan los estados de ánimo, tanto en lo positivo como en lo negativo: en ellos la alegría y la tristeza emergen y prosperan, en el mismo sentido que las agujas del reloj y al compás de las estaciones del año y sus sabidas climatologías: la vida cronológica tiene también esas mismas magnitudes.


Los jardines públicos son una pieza social fundamental en los barrios de nuestras ciudades, porque vertebran emocionalmente a sus ciudadanos y acogen a la diversidad de fauna que experimenta el asfalto y el hormigón como un hogar hostil; también los jardines privados sirven como pequeños oasis para insectos, aves y pequeños animales, sin embargo, el jardín privado, es inalienable y está ideado para el recreo de su propietario y sus invitados.


En muchas ciudades además existe el privilegio de contar con uno o varios jardines botánicos. Estos, a medio camino entre aquellos otros, públicos o privados, pero con la misma idiosincrasia aunque concebidos en gran parte, reconvertidos a veces, para la conservación, el estudio y la divulgación de las múltiples especies y variedades que estos acojan. Un jardín botánico es también un libro abierto de par en par, donde el paseo se convierte en viaje, que invita al individuo a la exploración y búsqueda interior en un contexto extraño, con otras realidades, reunidas en las cientos de especies vegetales que en él acontecen para su contemplación.

II

Poetas andan por los jardines, escribió -a modo de verso,  título de un poema, y todo un poemario- Juan Antonio Mora, poeta y amigo. Porque me sentí interpelado, y me explica en cierto modo, guardé la cita en el [mi] diario personal de un jardinero de mierda: Gardenjunkies (Tigres de papel, 2017). Jardinería y poesía, no manifiesto nada nuevo si afirmo -una vez más- que son dos de mis pasiones predilectas. La primera, como profesión alimenta al sujeto, y la segunda, como oficio, sustenta su espíritu, el alma... sea eso lo que quiera que sea, pero que, cuando de algún modo incide en uno, trata aplacarlo y pacificarlo. Sucede, que en ocasiones dentro de mi particularidad, ocurre a la inversa y con más perseverancia me ayuda a desenfundar la irritación: así ejerzo yo mismamente la poesía, en desacorde con mi paz interior, pero ese problema, si es que fuera problema, es solamente mío. Otra historia.


Otra historia propia,  la de un tiempo a esta parte, donde trato de manejarme entre manuales técnicos, libros de botánica, herbarios y la dedicación de mis lecturas a dotados próceres que escriban de lo verde y de ese modo saciar mi ignorancia vegetal, que es mucha. Un totum revolutum donde también intento atender a otros libros y a otros autores, sobre todo de poesía, sin embargo, a estos últimos les pido -sin exigencia- que haya un mínimo de vegetación entre sus páginas y, si esta está presente, que adquiera cierto protagonismo.

III

Hojarasca, flores, árboles, arbustos, matorrales, selvas y arboledas... plantas. Por motivos vegetales Federico Gallego Ripoll ya apareció por aquí, hace justamente un año y lo hizo mediante un poema donde aparecen ni más ni menos que cuarenta y cinco especies vegetales, en un poema de catorce versos y cincuenta y tres palabras: este poema se llama Arcano y aparece en su libro ‘Tarot’ (Ed. Libertarias, 1991). Una puta maravilla. Hoy traigo de nuevo al blog a este autor, con un libro que en su día fue publicado por Cuadernos de la Erranteria en 2021, en una edición al cuidado de Javier Gil. El libro me lo facilitó Raúl Nieto de la Torre, y como quiera  fuese Raúl sabía que por las afinidades que en él aparecen me iba a gustar. Acertó de pleno: Jardín Botánico (ese es su nombre ), me ha gustado mucho.



Ripoll ya de entrada, en la solapa de Jardín Botánico, me pone en con las orejas en punta cuando en ella escribe《...Jardín Botánico propone un simple itinerario existencial en el que cada lector se reconozca en la propia medida de su paso.》


De manera que me adentré en él con la disonancia que acostumbro, y lo hice por la parte de atrás (siempre he sido de esos que leían los periódicos por su hoja final). El caso es que comencé a ojear el índice y ya me topé con una estructura, que pareciera diseñada por todo un paisajista inglés (de los mejores) y haciendo gala de ciertos elementos constructibles: Extramuros, El sendero, El estanque… algún otro futurible: La umbría, El laberinto, Arboretum, y otro de necesidad y ubicación: La claridad. En esta construcción se fragmenta los distintos apartados del libro.


Luego, en mi impertinencia, busqué en la lectura otros principios básicos o elementos esenciales del diseño en todo jardín que se digne de llamarse jardín... cuaderno de poemas o poemario y en efecto, ahí estaban: la unidad, el equilibrio, la armonía, las líneas, el color... la proporción… y no había más duda, lo que el autor proponía era un jardín: su jardín... un jardín hecho a medida, poema tras poema, que transmuta en espléndido poemario.

 

Somático en lo corpóreo porque en la lectura de este libro pude palpar perfectamente la parte física, a través de sus estancias y lugares, también pude sentir la presencia de algunos de sus protagonistas allí, como los árboles, que van sucediéndose indistintamente en la mayoría de poemas, árboles en sus generalidades comunes y colectivas y otras experimentadas por el autor. De la lectura emocional me quedo, o mejor dicho, recojo la sensibilidad -que yo pienso ejerce de eje común- en este itinerario, pues reconocerse en ella implica asumir el propósito de la invitación a esta lectura, aquella que emanaba desde la misma solapa del libro y que poco a poco va tomando forma según avanzan las páginas; una sensibilidad no sólo estética para reconocernos en una belleza determinada, sino que también sale a mi encuentro otra sensibilidad, la expresiva, y que me acerca al extrañamiento, donde me puedo reconciliar, sin apenas esfuerzo, con el Reino Vegetal, al que pertenecen los organismos que viven y crecen sin poder moverse de un lugar voluntariamente, igual que un lector absorto. Creo que esta propuesta de Federico Gallego Ripoll: Jardín Botánico, dos cosas ha conseguido en mí, transportarme fuera de lugar y lo contrario.


No quería concluir este post sin antes atinar con un consejo. O mejor, con Un sencillo consejo, como el que propina este poema y que vale de comienzo a la parte de El sendero, en Jardín Botánico:



No elegir el jardín es cosa seria,

porque nos viene dado.

La voz del jardinero es cuanto puedes 

tu pleno patrimonio.

Y has de crecer hermoso para que el hombre cante

y rastrille con mimo la tierra

haciendo círculos en torno a ti.

Lo demás se te ha otorgado por añadidura:

el sol, los nidos,

la fuerte lluvia que descama tu piel

(o la blanda que sabe a barro dulce),

el horizonte, que se va alejando

a medida que elevas

tu perseverancia.


Sólo el canto del hombre, sólo su risa,

es tu elección. Así es que, aplícate:

si tú eres un buen árbol no estarás nunca solo,

será buena tu vida.


lunes, 31 de enero de 2022

Libro de las luminarias -fragmento- (SHÍLITUS, de Enrique Falcón)


 Decimos que no hay justicia, y para que la haiga, soñaremos todo lo que nos dé la gana, y soñando, un suponer, traeremos acá la justicia. [Galdós]

El arte del sueño revolucionario puede desempeñar un papel determinante en las épocas prerrevolucionarias. [ Žižek]


El árbol del mundo es un patíbulo-

El árbol de la cruz es un patíbulo-

El árbol de la ixtab es un patíbulo-


Bajo el árbol del kandásh

una pluma de viento.

Bajo el roble del norte y el arce blanco del sur

la tumba que no esculpimos para Noah y Farnés.

Los buscamos todavía en las postrimerías del bosque,

ya han danzado para ellos su canción de sombra,

sin remedio entonces

talábamos y talábamos

la raíz del fresno.

Y al calor de las hojas

tendíamos nuestros cuerpos (señalando un nudo):

hacíamos penitencia

sobre polvo y ceniza.

Bajo el árbol del kandásh,

una pluma de viento.

Bajo el árbol que esquilmamos nuestra estupidez,

la semilla de todos los cipreses del mundo.


Somos todavía aquellos dos troncos de madera

que en el Tiempo de los Nombres

(fresno y olmo) tallaron ViliVé

y el tercer hermano que entregó su ojo

a cambio de algo más que sabiduría


-poder, tierra, y el agua de lluvia-


todavía barro y alambre sobre un bosque en tiniebla,

herederas de las visiones que trocieron unos seres dormidos:

culebras de laguna bajo las estrellas

bajo la cellisca

cuando todo estaba quieto y nada se cambiaba


por cuatro veces recreadas a partir del maíz

aún nos faltaban los ojos y apenas en pie

nos desintegrábamos al contacto con el agua,

todavía nosotras, en los cuatro rincones del mundo


nosotras:


emparentadas por el poder de la sangre

brotamos de Lamga,

brotamos de Ki

brotamos de Aruru y brotamos de Enlil


(tierra modelada en el torno de aquel ceramista

que después se cansó,

el que hizo añicos su rueda tras hacerlas girar

sustento tras sustento,

el Señor de la Casa de la Vida)


nosotras:


limo pobremente tomado del río,

cuerda introducida en cada gota de arcilla

por Nüwa, quien antes había tallado

el curso boquiabierto de los manantiales

para quienes nos antecedieron, los diez mil seres

generados del uno que se vertió en dos


nosotras:


desnudas e indefensas todavía aceptamos el regalo del fuego,

hijas de la cañalea que aún calienta nuestras manos

tras alcanzar el recinto esperado

de las congregaciones


nosotras:


todavía el lamento increpado hacia el sol,

aquel doble soplo insuflado en la arcilla


y diga la madera

diga el tallo del olmo

diga la reunión de los juncos

diga la lluvia y diga el maíz

diga el poder de la sangre

diga el limo

diga el barro

diga el fuego lo que somos,

todavía aquel soplo: hincado en la arcilla


Porque con plegarias atroces, ranas, lagartos y aves

lloraban la desaparición de los insectos,

con plegarias atroces

como niños trepando e incendiando cosas

entre las hojas de los árboles

ya nadie podía verlos


la desaparición

la desaparición de las rutas marítimas 

la suspensión permanente de las conexiones de vuelo

hacían popular la canción «Robinson

ha vuelto otra vez a su isla perdida

vuelve con su ejército vuelve-vuelve

para no salir jamás»


Para los días de viento

preservábamos en cada hombre todo un parque natural

abriéndose y cerrando

en el sueño primordial de cada planta

hojas que extendidas se retraen por las noches

al mínimo tacto de dios

que en las minúsculas roturas de las bolsas celulares

van lanzando inadvertidos clics en todas direcciones

avisos desde las raíces

en la escucha escondida del subsuelo

en el tiempo del reposo y del descanso

único anillo

que une la tierra con el sol

esa pauta emergente de estructuras redundantes

que a modo de enjambre cultiva

la amistad del viento

la comitiva de insectos

y en pleno vuelo perpetúa los envíos

inseguros de la vida

ortigas tejos y laurel en sus casas dobles

castañas y encinas en sus moradas únicas

el pacto de murciélagos y faros liana

con su moneda de néctar

esa forma fiel que toma la primera

libación de la mañana y el azul con que tiñe

su pétalo el altramuz

ese

gesto imperativo

ciertamente generoso ese engaño

que la orquídea en su disfraz de hembra

llama para el acto del amor -la cópula

tardía que cubre la cabeza amante

todavía más insaciable en las nuevas uniones

sobre falsas superficies deliciosamente pelosas

la cala negra que se vuelve

olor fruta fermentada

prisión y cautiverio junto a senderos y arroyos

que en las horas de la noche

dulce cautiverio de amor de la cala negra

o del titánico aro gigante que en sus reclamos

de cadáver en lentísima descomposición

despliega el poderoso avance de la vida

el mismo poderoso terco avance

que en archivos de polen

cabalga sobre el ala bráctea de los tilos

la pulpa azucarada que los frutos

confían a las aves la semilla

transportaba en el vientre de los osos

el reclamo rojizo que el cerezo

activa únicamente en el tiempo oportuno

para que la vida desgaje

su comienzo pulsátil

su estallido nuclear en el interior de las capillas

excavadas tiernamente

en los laberintos de cada hormiguero

el peligro mortal que supone un destiempo

un error de ingesta prematuro

la falta de respeto a las cadencias

con que la vida impuso sus ritmos

a la totalidad del mundo y las especies

lo que hicimos con la supuesta mejora del maíz

al extraer el clavo de especia

que ancestralmente invocaba a los gusanos

que cerca de las raíces devoraban parásitos y larvas

como la judía de lima en sus pactos cruentos

con los ácaros carnívoros

como la lenteja en sus pactos pacientes

con las bacterias simbiontes

esa conversación que en el subsuelo

empezó siendo química y ahora habla de dios

dios entregándose a sí mismo en nitrógeno y azúcares

dios entregándose a sí mismo en pactos micorrizos

dios entregándose a sí mismo en árboles y hongos

dios donándose a sí mismo 

en la tímida firmemente respetuosa amistad

de las copas del alerce

que deciden no tocarse

y en las que

sí se entrelazan

en innumerables abrazos aéreos

buscando una herida de luz

sobre la que puedan fatigosamente temblar

sabiamente cerrar en las horas centrales del día

madera y corteza

abriendo sus minúsculas compuertas oclusivas

hacia un cielo que exclama:

«Dígase que es bello este mundo aquí abajo

y en él ya no cabe ninguna traición»


Así,

del todo iluminadas por las lámparas del bosque

en el breve momento

que en los toques de queda

abríamos los accesos del recinto

(y nos petrificábamos

para una tarde innoble),

podíamos seguir

el curso aéreo de cada semilla

y en cada forastero

saludar a un viejo hijo adoptivo.


Por detrás de las ventanas

por detrás de las ventanas

éramos

el furor y el descanso en la piedra.


Fuimos heridas, y herimos

Escuchamos los espíritus del paisaje

y en las pezuñas de un solo venado

entrevimos el curso humano entero.


(…)



NOTA: El poema de hoy es un fragmento del Libro de las luminarias, encuadrado en el artefacto poético y político SHÍTILUS (La Oveja Roja ed.2020) del poeta Enrique Falcón. Además, este mismo fragmento fue el que me correspondió leer a mí en el recital colectivo que en el mes de octubre [2021] tuvo lugar en Aleatorio Bar. Su autor nos había convocado en comunión a diversos poetas para leer distintos extractos de los capítulos que conforman SHÍTILUS, y de paso celebrar su publicación, en una lectura pública con una duración estimada en alrededor de tres horas.


Abría la celebración el mismo Quique y sucedían amigas y amigos… Isaías, Ana, Alicia, Escandar, Javi… Belén y Eva cerrarían el acto. Mientras esperaba mi turno [después de Javi] iba mamando cerveza sobre cerveza, imaginándome en el pudor de mi lectura, organizando las palabras, intentando respetar en lo posible la oralidad única del maestro (quien haya tenido el privilegio de escucharlo alguna vez sabrá cómo su voz se ancla al tímpano), entonces intentaba vocalizar sin mi propia voz en mi pensamiento lo mejor posible, para mi turno y para que el cenicero que tengo por garganta no se colmase de las estupideces que regala el lúpulo mal asimilado, igualmente procuraba acumular todo el oxígeno necesario, la parte saludable del mismo, para corresponder a un texto prime, talla XL y calidad suprema.



Por qué no, también monté la particular interpretación del texto en mi memoria y por ello recurrí al ritual, a mi propia perfomance, la que me ha proporcionado mi oficio y profesión a lo largo de estos años, cada vez que he tenido que talar o apear un árbol, mutilar alguna de sus ramas, en definitiva, despojarle parte de su universo verde. En el ejercicio de una tala, también en una poda, sobre todo en las más agresivas, y una vez provisto de la protección individual correspondiente, mientras aseo y alimento de mezcla a la máquina, creo siempre pertinente un previo y dedicar mis suplicios, a modo de oración, ante la presencia de la madera todavía viva y antes de que el árbol transmute tronzado a tocón. Todavía es así. Esta liturgia mía también necesita del sonido metálico de la motosierra para que, si acaso, el llanto, el dolor o la súplica de los condenados, llegue mudo a mis oídos. Y eso mismo hice aquella noche, proponiendo mi ritual, ante el público árbol, con el texto leyenda, para sorpresa del mítico Quique. Aún con todo, ahora siento el atrevimiento como siento la orfandad que voy dejando en cada jardín o zona verde en la que laboro. Aquel día me acompañé de la suficiencia de la noche y le pedí a Escandar que buscase en la telaraña virtual el sonido de una motosierra para que me acompañase en la lectura, tampoco olvido algunos pasajes del poema, donde me faltó el aire, que me proporcionó dificultades para cumplir con el regalo de leer a Enrique Falcón en público. Quién sabe, si quizá como un castigo natural y saldo pendiente, de aquellos que exterminé a cambio de unas pocas monedas, no me llegaba el aire.


La foto 1. Enrique Falcón según Demian Ortiz

La foto 2. Es la portada de SHÍTILUS

La foto 3. Ése (soy yo en aquel momento, la noche de marras) por cortesía de María Karmo