sábado, 14 de enero de 2023

GOMOSIS

 

La agresividad, con independencia de su intensidad, suele manifestarse en los individuos de manera puntual, generalmente frente a situaciones concretas. 

A veces, nuestra reacción frente a una acción definida es proporcionada, en otras ocasiones no. En ocasiones la réplica es tan exagerada, que queda para la duda y el interrogante la certeza de no saber muy bien quién es la víctima o quién el agresor. 

Cuando una planta o un árbol, como es el caso, se siente amenazado o, incluso, está experimentado sobre sí mismo un daño determinado, como podría ser la escasez de agua, la falta de nutrientes, una herida o mutilación en cualquier parte de su estructura o, por qué no, el aprovechado ataque de un insecto, hongo, o bacteria, siempre tiene preparada una respuesta, proporcionada, a conveniencia, consecuente con la circunstancia que está percibiendo. 

Este prunus en peligro de muerte, debilitado de antemano, en riesgo vital evidente, lucha con la determinación de los que nada tienen que perder y emplea todos sus recursos vitales, químicos y mecánicos, los pocos que le queden, en repeler a su beligerante agresor, posiblemente larvas de algún perforador oportunista, las cuales no sólo están siendo expulsadas sin contemplaciones de los orificios nido del tronco, sino que además reciben, implacable, la violencia química de una sustancia pegajosa, que al endurecerse con el aire hace que la larva quede irremediablemente atrapada en ella, dejando una estampa verdaderamente fascinante. 

[Gsús Bonilla. Agosto. 2019. Apuntes y cosas de lo verde]

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